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¿La publicidad ha muerto? Las nuevas maneras de vender son responsables

Quienes vivimos en esta época, estamos siendo testigos de múltiples cambios. Y no hablamos únicamente de cómo las nuevas tecnologías han ido formando cada vez más parte de nuestro día a día y se han ido haciendo imprescindibles en nuestras vidas. No. Hablamos de la manera en la que interactuamos con el medio que nos rodea. Un claro ejemplo de esto es la publicidad. ¿Ha muerto la publicidad tradicional? ¿Cuáles son esos cambios a los que nos enfrentamos? ¿Dónde están los límites? ¿A qué nos enfrentamos ahora? ¿Existe realmente una publicidad verde? ¡Quédate y te contamos más sobre esto!

Publicidad tradicional

Se cuenta que el primer anuncio conocido fue escrito sobre papiro para encontrar un esclavo en la ciudad de Tebas y, ¿por qué no? también para aprovechar y dar a conocer «el lugar en el que se tejen las mejores telas». Y el precursor de la publicidad dice así:

Habiendo huido el esclavo Shem de su patrono Hapu, el tejedor, éste invita a todos los buenos ciudadanos de Tebas a encontrarle. Es un hitita, de cinco pies de alto, de robusta complexión y ojos castaños. Se ofrece media pieza de oro a quien dé información acerca de su paradero. A quien lo devuelva a la tienda de Hapu, el tejedor, donde se tejen las más hermosas telas al gusto de cada uno, se le entregará una pieza de oro.

publicidad tradicional

No vamos a remontarnos tanto en el tiempo para hablar de la publicidad a la que hoy estamos tan acostumbrados/as, pero ya sabes que este tipo de curiosidades nos encantan. De lo que si vamos a hablar es de la publicidad tradicional y cómo se concebía. Esa que funciona de manera vertical y en la que la audiencia no participa de ningún modo a no ser que sea para gastar dinero.

Este modelo de publicidad es el que ha existido siempre: un cartel, un anuncio en una revista, una valla publicitaria… Algo destinado a todo el mundo que pueda verlo y quiera comprar, sin distinciones de género, edad, nivel socioeconómico… ¡Anuncios para todos y todas!

¿Has oído hablar de la teoría de la aguja hipodérmica o bala mágica? Durante la primera mitad del siglo XX se creía que la audiencia era tan manipulable que cualquier mensaje que recibiese entraría directamente «bajo la piel», de la misma manera que una aguja hipodérmica y calaría en la mente de los consumidores. Y aunque pronto se descubrió que esto no terminaba de ser del todo cierto, durante un largo periodo de tiempo, la publicidad se realizaba bajo esa premisa.

Esto se utilizó mucho para hacer propaganda política; los medios de masas actuaban y la audiencia, simplemente, recibía los mensajes. Y aquí debemos puntualizar dos cuestiones importantes:

  1. Es cierto que no existía un gran estudio sobre la audiencia que permitiese conocer a fondo sus comportamientos con respecto a la información que recibían.
  2. También es cierto que los medios de masas eran algo muy novedoso y no existía una educación social en cuanto a la manera en la que interactuar con el contenido que les llegaba. (Aunque, pensándolo bien… ¿Acaso existe ahora mismo esa educación?)

Llegados a este punto, hay una cosa que está clara: No importaban las personas ni el medio en el que vivían. El objetivo era únicamente vender y atrapar a posibles consumidores sin pensar en las consecuencias. Se producían cantidades enormes de productos sin atender a cuánto podían contaminar, se envolvía a los ciudadanos con mensajes muy elocuentes que buscaban un único beneficio: el de la empresa anunciada.

Segunda fases: segmentación

Cuando comprendemos que la audiencia no interioriza todos los mensajes de la manera en la que nos gustaría, empezamos a hacer estudios y a separar a las personas en distintos grupos en función de sus gustos, formas de consumo… Esto nos lleva a la distinta publicidad en la televisión y la radio en función de la hora a la que se emita el anuncio y las personas que más consumen contenido de estos canales de comunicación en ese momento del día.

Lo mismo pasa cuando encontramos distintos anuncios en función del periódico que estemos leyendo (en papel, si, no olvides que estamos hablando de unos pocos años atrás).

publicidad Danone

Y en este momento, llega a nuestro imaginario la «teoría de los escalones» que afirma que la decisión que una persona toma (tanto en lo relacionado a una compra, como a un voto) no es el resultado, únicamente, de la manera en la que un mensaje individual cala en ella, sino que es la consecuencia de la suma de experiencias, por lo que un mensaje que pretende persuadir, no logrará del todo ese objetivo sino que, simplemente, acompañará y apoyará la toma de decisiones.

Pero aún así, el objetivo es el mismo: Consumo, consumo y más consumo. A nadie le importa cómo afecte esto al planeta. ¿Cambio climático? ¿Qué tontería es esa? ¡Menuda exageración!

Esta teoría, sumada a un poquito más de tecnología e inteligencia artificial, nos llevan al momento actual que vivimos.

La nueva publicidad

Nadie negará que las redes sociales han transformado por completo nuestras vidas. Y con ello, la manera en la que consumimos. Por supuesto, a nadie le pasa desapercibido el hecho de que actualmente la publicidad cuenta con una gran ventaja: Información sobre el consumidor y personalización de lo que recibe.

Esta ha pasado de ser vertical a ser horizontal y bidireccional. Como usuarios, ofrecemos toda la información posible acerca de nuestros gustos, intereses, aficiones, preocupaciones… Y con ello, nos convertimos en la audiencia perfecta a la que vender un producto concreto. ¿O nos vas a decir que a ti nunca te ha pasado eso de hablar sobre un nuevo ordenador y encontrarte con anuncios relacionados durante toda una semana?

La publicidad actual tiene sus ventajas, pero también sus desventajas. Por un lado, a quienes trabajamos en el sector de la comunicación, nos beneficia poder segmentar con tanta facilidad; y como consumidores, también nos gusta recibir anuncios únicamente de productos que nos pueden interesar. Pero ¿dónde está nuestro poder de decisión?

A día de hoy todo es publicidad. Si sigues a algún o alguna influencer en redes sociales, no hay manera humana de librarse de ello. ¿Esto es negativo? No necesariamente. Pero implica que debemos tomar cartas en el asunto.

A día de hoy, de manera oficial, se están empezando a legislar al respecto, y es que el BOE publicado el 7 de julio de 2022, ya establece ciertas normas de responsabilidad para aquellas personas que se dediquen el mundo de contenidos en redes sociales. A fin de cuentas, no podemos olvidar que el público que ve sus publicaciones es muy grande y, en cierta parte, influencian sobre sus seguidores.

A día de hoy, nuestras acciones repercuten (mucho más de lo que pensamos) en la manera en la que otras personas comunican y se relacionan. Parece sencillo: Si no quieres recibir publicidad cuando estás pasando historias de Instagram, no sigas a influencers. Pero ¿y si nos gusta su contenido? ¿Y si existen otros motivos por los que nos interesa que esas personas nos aparezcan de vez en cuando en el perfil? Todo está en nuestras manos.

Por suerte, la gran ventaja de que a día de hoy podamos escoger el tipo de contenido que queremos consumir, es que si, existen influencers que no promueven estereotipos tóxicos y puedes conocer gente muy chula con publicaciones muy interesantes, tanto sociales como ambientales, en Tik tok, Twitter, o Instagram con mucha facilidad.

Hoy tenemos una recomendación para ti: El documental «El dilema de las redes sociales» que puedes encontrar en Netflix nos enseña cómo funcionan, a día de hoy, estas redes. ¿Qué tienen que las hacen tan adictivas? ¿Cómo interactuamos con la publicidad?

La publicidad del futuro

Es un poco contradictorio esto que vamos a formular, pero es la única manera que puede funcionar. La nueva publicidad, los nuevos productos, la forma de consumir… Todo debe ir enfocado a una gran reducción de lo que a día de hoy estamos haciendo. Menos productos, menos publicidad, menos consumo. No estamos ante una alerta por al crisis climática, hemos entrado de lleno en ella, y todo lo que consumimos a diario de forma masiva repercute (y mucho) en las consecuencias que hoy ya estamos pagando.

En una sociedad, digamos, inocente, en la que la que no se conocían los efectos que las distintas acciones pueden tener sobre nuestro planeta y en la que el único objetivo era lograr un gran beneficio económico por encima de todo lo demás,  es normal que la publicidad atacase directamente a la audiencia, pero ¿ahora qué?

Ahora está en nuestras manos cambiar el paradigma. ¿Sabes cuánto contamina un anuncio? ¿Necesitas realmente eso que estás a punto de comprar? ¿Ese producto que quieres vender necesita una campaña tan grande? ¿Existen otras maneras de darse a conocer sin atacar a la población ni al planeta? Si. Existen. Desde Verdes Digitales hacemos publicidad responsable. Y no hay nada que nos enorgullezca más.

Responsabilidad

Desde nuestro lado de la pantalla, no nos queda otra que animar a hacer un consumo responsable de las redes. Nadie te pide que las elimines de tu vida, sabemos que a día de hoy es algo bastante complicado, pero si que necesitamos regular el uso que se le da. Y hablamos de una responsabilidad tanto a nivel usuario como a nivel empresa.

Como agencia que trabaja en el sector de la publicidad, somos plenamente conscientes del poder que tienen ciertos contenidos sobre ciertos grupos de personas, especialmente las más jóvenes. Por eso mismo, es crucial alinear la manera de trabajar con unos valores que, creemos, son fundamentales.

Del mismo modo que en la televisión no se pueden publicitar ciertos tipos de productos como el tabaco, consideramos que las redes sociales y la manera en la que la juventud recibe la mayoría de los mensajes, necesitan una orientación correcta que nos haga sentir orgullosos del sector en el que nos encontramos. Porque no, no todo vale.

Sabemos que no todas las empresas van a hacer un uso responsable de las herramientas que poseen, pero por nuestra parte, podemos asegurarte que cada una de las acciones que realizamos, están milimétricamente medidas para evitar caer en un uso inadecuado del poder que, de una forma u otra, podemos ejercer sobre la sociedad.

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