Cuando hablamos de brecha generacional, tenemos claro que nos referimos a lo que separa a dos generaciones, que puede englobar costumbres, modos de pensar y gustos distintos, por la influencia de la educación recibida y de la situación política, cultural y económica en la que se enmarque la vida de la persona. Hay otra brecha, la brecha digital, en la que influye la generación a la que se pertenezca, como también la facilidad de acceso, uso y apropiación de las tecnologías según el nivel socioeconómico, el capital cultural y la localización geográfica. Sobre la brecha digital, la socióloga Belén Barreiro (antigua directora del CIS y actual directora de la consultora MyWord) ha señalado que será origen de una sociedad cuádruple, y no dual (digital-no digital).
De que hablamos...
Conocer a las generaciones
Se escucha con frecuencia el término millennial para referirse a aquellos jóvenes que vivieron el cambio a lo digital y a los que, unas veces se considera como nativos y nativas digitales, y otras, meros usuarios de estas tecnologías. Por otro lado, está la generación anterior, la Generación X, amantes de la tecnología pero bastante desconocedores de las redes sociales y el comercio electrónico (e incluso, internet). Y, si nos vamos a los más recientes en este mundo, la Generación Z encaja mucho más en lo de “nativos digitales”, al haber nacido cuando la era digital ya estaba más que asentada. VER ARTÍCULO> ¿Son los millennials consumidores verdes?
¿Hay algo más allá de estas generaciones? Sí, hay muchas personas que no pertenecen a ninguna de ellas, y pueden no hacer el uso que nos gustaría que hiciesen de Internet. ¿Las razones? Desconocimiento del manejo, falta de costumbre, preferencia de otros medios de comunicación… Y lo que puede interesarnos más, de cara a nuestra estrategia de marketing y comunicación, es el resultado: no vamos a encontrar en las redes sociales a todo nuestro público de potencial interés.
¡Que no cunda el pánico! No estamos diciendo que a partir de cierta edad no haya nadie que haga uso de las redes sociales ni de internet, eso sería caer en estereotipos y no prestar atención a las tendencias que indican las estadísticas. Lo que sí está claro, es que el uso será diferente. Las preferencias por una red social u otra según la edad se muestran bastante claras en los estudios.
La brecha digital en España
- En España, la brecha parece haberse cerrado casi por completo, según el informe «La Sociedad de la Información en España siE|16», que señala que el 80,6% de la población se considera internauta, y que el fomento de Internet entre las personas mayores viene de la mano de las tablets, que tuvieron un notable éxito en 2016 (aumentando su uso e un 13,2% a un 42,1%). Otro dato muy llamativo es el del comercio electrónico, la mitad de la población española de 16-74 años compró algún artículo durante el 2016 a través de Internet.
- Otro estudio, el dossier de indicadores del Índice de Economía y Sociedad Digital (DESI), indica que un 76% de la población española usa Internet, situándose por debajo del 79% que marca la media europea. Los usos de Internet varían ligeramente con respecto a los presentados en otros países de Europa, siendo mayor en redes sociales (67% frente a 63%), consumo de productos audiovisuales (27% frente 21%), juegos (83% vs 78%) y para informarse de la actualidad (78% frente a 70%). Por su parte, en España se realizan menos compras online que en otros países europeos (54% frente a 66%) y menos operaciones bancarias online (54% en lugar de 59%).
Estrategia de comunicación
¿Entonces? tenemos que considerar una estrategia para salvar la brecha digital y llegar a esas personas con las que no podemos conectar en los medios digitales. En dicho plan guarda un papel muy importante el material offline, como folletos o carteles. Parece que todo va dirigido a lo digital, y debemos tener presente que hay un público no digital que está ahí, y estaríamos desperdiciando canales de comunicación muy potentes.
¿Y después? Lo mismo que hacemos en redes sociales, ajustar el estilo a la imagen que queremos proyectar y al público con el que queremos conectar. También, controlar que el lenguaje sea accesible a muchas personas -con un vocabulario sencillo-, que haya uso de imágenes o dibujos para facilitar la lectura o hacerla más atractiva, que los elementos se sitúen de una forma armónica y que no haya saturación de información –mejor apostar por contenidos sintetizados para no aburrir y para que nadie se pierda entre letras-.
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